ANGELA::.

-Nombre: Ángela
-Edad: 14
-Profesión: Estudiante
-Nacionalidad: Inglesa
-Fetiche: Su novio
-Lugar preferido: El vestuario de chicos del instituto de Gloucestershire

-Perdóneme padre pues he pecado.
-Arrepiéntete hijo, el señor es benevolente y sabrá perdonar tus pecados.
-No son míos padre… bueno, creo que no.
-Pues porqué te confiesas hijo mío.
-Es esa chica, padre, no es…
-Qué chica, no te entiendo?
-Mi novia padre.
-A ver hijo mío, vienes a confesar los pecados de otra persona. No sirve de nada arrepentirte por el prójimo si ella no sigue tus pasos. Dime, ¿De qué índole son los pecados que ha cometido?
-No sé si usted precisamente podrá entenderme padre.
-Si te refieres a que son de índole sexual te recuerdo que nuestra iglesia permite a los sacerdotes contraer matrimonio y tal es mi caso. Así que te pido que hables con libertad.
-Verá padre, me da vergüenza. Es que, es muy fuerte, joder! Con perdón, padre.
-Hijo mío, no sé qué clase de sexo practicarás, pero no debes preocuparte porque a tu edad algunas cosas te choquen.
-Padre, tengo 21 años y perdí mi virginidad con 16, no soy un alevín de Thornbury. Pero lo que me hace esa chica no es normal, es que parece que esté poseída por el demonio ¡Hostias! Con perdón, padre.
-Deja de blasfemar y no tendrás que pedirme perdón. A ver hijo mío, qué edad tiene ella?
-Pues 14.
-¿Cómo 14? ¿Años?
-No meses. Claro que años padre, que quiere que me detengan.
-Maldito estúpido, ya te podrían detener. Bueno, creo que deberías reconsiderar tu relación y dejar a esa chica.
-Pero es que no lo entiende padre, ya lo he intentado, pero no me deja. No puedo deshacerme de ella, aparece y me roba la vida. Es que no puedo resistirme. Me hipnotiza. Y luego eso que me hace… Padre, creo que tengo miedo. Ya ni siquiera entreno. Estoy… sucio.
-Bueno tranquilízate, veremos que se puede hacer. Recuerda que estás bajo secreto de confesión, dime su nombre y ya veremos si puedo hablar con los padres.
-Ángela
-… Ángela? Y tiene 14 años?
-Sí, ¿la conoce?
-Es mi hija maldito bastardo!!

Texto: Joseba Calle